Esta es la historia con un final trágico, de un coche que marcó el fin de una época de excesos y que aún hoy en día sigue en la memoria de Audi hasta tal punto que actualmente, la casa entrega un llavero que representa este extraordinario vehículo con cada automóvil que vende, grabado con un código específico para que si el propietario extravía el mando del coche, la persona que lo encuentre sólo tiene que depositarlo junto con el llavero en un buzón para que le sea retornado a su legítimo dueño.
Pero vamos a la raíz de la historia. Corría el año 1938, y ya desde mediados de la década, Mercedes y Auto Union (el actual AUdi) estaban enzarzados en una guerra encarnizada: ambas empresas luchaban por construir los coches de competición más rápidos y más técnicamente avanzados. El mismo Adolf Hitler fue el que había echado la gasolina al fuego, con enormes subvenciones públicas cuyo objetivo último – logrado con creces – era convertir a Alemania en la nación más tecnológicamente avanzada del momento. Las Rekord Woche eran la máxima expresión del orgullo nacionalista alemán.
Eran competiciones de velocidad, eventos en los que Mercedes y Auto Union buscaban batir los récord de velocidad sobre tierra. Los años 20 y 30 del pasado siglo podían resumirse – a nivel automovilístico – en una especie de locura colectiva por la velocidad. Muchos expertos están de acuerdo en que los motores de aviación excedentes de la Primera Guerra Mundial, abundantes y muy potentes, tuvieron parte de culpa en ello. Estados Unidos y Gran Bretaña tomaron parte activa en estos récords, que eran batidos año a año.
Pilotos como el mítico Malcolm Campbell o Ray Keech – piloto del White Triplex, con trágico final – habían establecido récords de velocidad impresionantes, que a finales de los años 20 ya rozaban los 400 km/h. Para Hitler era una cuestión de orgullo llevar dichos récords a Alemania, con el beneficio añadido del desarrollo técnico del país. Las subvenciones públicas llevaron al máximo nivel los competitivos coches de competición alemanes, que arrasaban en los Grandes Premios europeos ante el pavor de italianos e ingleses.
En 1938 comenzó la celebración de las que acabarían conociéndose como «Rekord Woche». Semanas de récord, eventos en los que el objetivo era batir récords de velocidad sobre tierra. Mercedes y Auto Union acudían con toda la carne en el asador, con vehículos derivados de sus coches de competición. En una época en la que la dinámica de fluidos computerizada era una entelequia, estos eventos presentaban retos aerodinámicos que daban pie a soluciones de lo más peregrinas.
Años antes, el circuito de AVUS – dos largas rectas de 4 kilómetros – unidas por pequeños ovales en sus extremos ya había acelerado la sed de velocidad de Hitler. En 1934, un Hans Stuck a los mandos de un impresionante Auto Union Type A de 4,4 litros y carrocería carenada había logrado una velocidad media de 217,11 km/h en una hora, récord mundial. Mientras tanto, Rudolf Caracciola trataba de arrebatar con su Mercedes W25 sobrealimentado por compresor el récord mundial de velocidad en 5 kilómetros con una punta de 311,98 km/h.
Al año siguiente, Auto Union trató de batir en Italia el récord de velocidad en una milla con un Type B con un carenado especial. Sus 16 cilindros en V y 4,9 litros de cilindrada – en posición central trasera, una novedad en la época – producían 375 CV con la ayuda de un compresor. Aunque lograron una velocidad máxima de 320,26 km/h, se quedaron muy lejos del impresionante Blue Bird de Malcolm Campbell, un gigantesco misil tierra-tierra que con su motor de aviación de 36,5 litros ya superaba los 440 km/h en Daytona Beach.
En los años siguientes se produjo una escalada de potencia y velocidad, que culminaría con la inauguración de las Rekord Woche en 1937. En 1936 Hitler quería portadas, y ordenó cerrar tramos de las Autobahn – recién construidas en la época – disfrazados como test de neumáticos para prensa y pública. Con el tramo Frankfurt-Heidelberg cerrado al tráfico, Auto Union y Mercedes podían centrarse en batir récords de velocidad de forma más organizada y segura. Y ahí es donde empezó la verdadera batalla, que culminaría en tragedia.
Mercedes estrenaba la última evolución de su veterano W25, ahora completamente carenado y con un parabrisas tipo avión. Con un motor V12 de 5,6 litros sobrealimentado hasta los 616 CV – alimentado por una mezcla de gasolina y alcohol – esta flecha plateada alcanzó los 366,98 km/h en una milla en octubre de 1936. Por su parte, el Auto Union Type B pilotado por Bernd Rosemeyer – cuyo V16 ya cubicaba 6,0 litros – batía récords mundiales de larga distancia, con medias que quitaban el hipo: 267,10 km/h en 100 millas de distancia.
En 1937 se celebró la primera Rekord Woche, amparada por el gobierno alemán. Tuvo lugar a finales de octubre de 1937, en un tramo de Autobahn cerrado al público entre Frankfurt y Darmstadt. A ella se presentaron Mercedes, con un novísimo W125 con un motor experimental y una carrocería carenada, y Auto Union, con un recién estrenado Type C también carenado de arriba a abajo. Mientras de nuevo era Rudolf Caracciola el piloto de Mercedes, sería Bernd Rosemeyer el encargado de pilotar el Auto Union. Se avecinaba tormenta.
Las velocidades eran cada vez más altas, y ambos equipos tuvieron problemas con sus pilotos: aunque los 400 km/h quedaron atrás, Rosemeyer se desplomó al final de uno de sus intentos. La presión le pudo: la concentración necesaria para mantener a raya un coche tan potente a tanta velocidad era extrema. Mercedes apenas obtuvo resultados, sólo fallos mecánicos constantes y problemas de agarre en el tren trasero que les impidieron batir sus registros previos. 1938 sería otro año. Vaya que si lo fue.
La Rekord Woche volvió a finales de enero de 1938, en el mismo tramo de Autobahn, con temperaturas bajas y un tiempo inestable, pero ideal para la refrigeración de los vehículos. El Mercedes W125 de Caracciola equipaba la máxima evolución del V12 DAB de 5,6 litros, con una potencia final de 736 CV y un sistema peculiar de refrigeración. Buscando la forma más aerodinámica posible, sólo dos aberturas frontales aportaban aire al motor. El radiador estaba sumergido en un cofre repleto de agua y hielo, tras el piloto.
Por su parte, el Auto Union Type C estrenaba carrocería, con unos paneles aerodinámicos que lo convertían de forma efectiva en el primer coche de carreras de efecto suelo, 40 años antes del Lotus 78. Su motor V16 desarrollaba 560 CV, que sobre el papel le permitían alcanzar más de 440 km/h en base a los desarrollos elegidos para la transmisión. El 28 de enero de 1938, Rudolf Caracciola se lanzó a la pista, y batió un récord de velocidad en carreteras públicas que aún hoy en día sigue en pie.
Una velocidad máxima de 432,7 km/h en un kilómetro lanzado y una máxima de 432,4 km/h en la milla lanzada fueron registradas por Caracciola. Cuando Rosemeyer fue a felicitar a Caracciola tras su récord, este le advirtió que se estaba levantando viento y que a punto estuvo de perder el control de su coche. La Autobahn tenía sólo 8 metros de ancho, y a semejantes velocidades, un giro de un grado del volante implicaba una salida de pista en segundo y medio. La concentración requerida para un Gran Premio era muy inferior a esta gesta.
Rosemeyer tenía que batir el récord de Caracciola y se lanzó a la pista. En su primer intento logró una velocidad de 429,9 km/h, pero comunicó a sus ingenieros el deseo de volver a pista, ya que el motor no había alcanzado la temperatura óptima debido a las temperaturas bajas de aquella mañana de enero. Se le cerró un poco más el radiador, y el coche volvió a pista. Y fue la última vez que se vio a Rosemeyer con vida. Un terrible accidente acababa con su vida apenas unos minutos después, de forma casi instantánea.
Una racha de viento impulsó al coche contra la mediana. Rosemeyer trató de corregir la trayectoria, corrigió de más y el coche se salió de pista, volcando casi instantáneamente. El piloto salió despedido del coche y su cuerpo fue encontrado a 100 metros de las primeras marcas en la carretera, junto a unos árboles. Nada pudo hacerse por salvar su vida. Los restos del chasis y el motor del coche fueron encontrados unos 80 metros más adelante. Lo que comenzó como un día alegre y venturoso había terminado en una gran tragedia.